martes, 24 de enero de 2017

Wellington

Wellington, capital de Nueva Zelanda, es la segunda área urbana más grande del país (400.000 habitantes) y está situada al suroeste de la Isla Norte, entre el estrecho de Cook y la sierra de Rimutaka. La capital toma su nombre del primer duque de Wellington (1769-1852), el celébre vencedor de la batalla de Waterloo (1815). Esta ciudad sustituyó a Auckland en la capitalidad del país en 1865, debido a que existía cierta inquietud por que la Isla del Sur, más poblada por el descubrimiento del oro, pudiera optar por separarse del Imperio Británico.
Wellington nos recibe en un día frío y lluvioso, y por ello nos apetece mucho comenzar la visita con el Te Papa Tongarewa, considerado como la mayor galería de arte nacional de Nueva Zelanda. El edificio principal está en la línea de costa con seis plantas de exposiciones, albergando contenido de Historia, Cultura, Historia Natural y la entrada es gratuita. Se inauguró en 1998 y la inversión fue de 300 millones de NZ$, provocando gran controversia por ubicarse al lado de una de las fallas sísmicas más activas del mundo.

La ciudad de Wellington nos muestra una amplia variedad de estilos arquitectónicos de los últimos 150 años, desde casas de madera del s.XIX, edificaciones de Art Déco y espectaculares diseños postmodernos en el CBD. Como la ciudad es muy propensa a los terremotos, la mayoría de los nuevos edificios se construyen sobre bases de goma.
Pero una de las edificaciones que más nos impresionó, fue la de la Iglesia vieja de San Pablo, obra magnífica de la arquitectura de estilo gótico colonial del s. XIX, construida íntegramente con maderas nativas y con rico interior que ha sido comparado estructuralmente, como el de un casco hacia arriba de un galeón isabelino. La iglesia fue diseñada por el reverendo Frederick Thatcher, en 1866 y fue hasta 1964 la antigua catedral de la diócesis de Wellington para la Iglesia Anglicana. Aunque hoy día, no es una iglesia parroquial, queda consagrada y es muy popular para las bodas y funerales.


Más tarde, nos acercamos a contemplar los interesantes edificios del Parlamento de Wellington. Cuatro edificios constituyen este complejo: el propio Parlamento, el edificio Beehive ("la colmena" por su forma de niveles escalonados), la biblioteca del Parlamento y la Bowen House. El Parlamento luce su arquitectura neoclásica eduardiana y posee una magnifica decoración interior. En "la colmena" se encuentran las oficinas del primer ministro y los ministros del gabinete. En el primer piso está la sala de celebraciones que constituye la sala de actos de mayor tamaño de todo el complejo. La biblioteca de estilo gótico-victoriano, cuenta con una impresionante sala de lectura publica. Y finalmente la Bowen House, es un complejo moderno de edificios de oficinas para los miembros del Parlamento y su personal.

La lluvia persiste, y ahora nos dirigimos hacia el centro comercial de la ciudad, dispuestos a tomar el famoso funicular rojo que nos conducirá desde Lambton Quay a Kelburn, pasando por la penúltima estación denominada Salamanca, en recuerdo de la gran victoria que infringió el duque de Wellington a los franceses en la guerra de la independencia española en 1812 y conocida como la Batalla de Salamanca.

Subimos al funicular rojo, recorremos un túnel de luces psicodélicas, cuatro estaciones y en pocos minutos alcanzamos la cima de la colina de Kelburn, el funicular no nos ha resultado nada especial. Sin embargo, los jardines que rodean Kelburn son muy hermosos y en días despejados deben ofrecer magníficas vistas de la ciudad. Como el día sigue encapotado, nos dirigimos hacia el Jardín Botánico ubicado en la ladera de la colina entre Thorndon y Kelburn. El jardín dispone de 25 hectáreas de bosque nativo protegido, de coníferas, de colecciones de plantas y de exhibiciones estacionales, además de una extensa rosaleda. Paseamos observando la variedad de plantas y flores nativas expuestas.

Para despedirnos de Wellington, nada mejor que alcanzar la cima de una de las colinas densamente arbolada que rodea el puerto, con un mirador excelente para admirar la espectacular vista panorámica de la ciudad, la bahía, el puerto y pequeños islotes adyacentes. En efecto, el Monte Victoria, es sin duda, un lugar con encanto y en el que se rodó alguna escena del Señor de los Anillos.

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